En una nueva entrega de la columna de Agustín Silva, dialogamos con Emiliano Silva, ingeniero industrial, especialista en gestión de cuentas de productos y en procesos de tecnología e innovación. La conversación giró en torno a un eje que atraviesa el presente y el futuro del trabajo: la incorporación de la inteligencia artificial como herramienta laboral cotidiana.

Silva comenzó dando un panorama sobre el paso de la universidad al mundo profesional, un tránsito que —según contó— suele estar marcado por la incertidumbre. Explicó que muchos jóvenes egresados sienten un choque entre la teoría aprendida y las tareas reales que exige la industria. 'Con el tiempo, uno entiende que los conceptos estudiados son guías, no recetas. La clave es tener paciencia y resiliencia', señaló. También recomendó integrar las herramientas estudiadas de manera gradual, para evitar frustraciones en las primeras experiencias laborales.

Respecto del rol del ingeniero industrial, Silva detalló que se trata de una profesión amplia, cuyo impacto depende del sector en el que se desempeñe cada profesional. Entre las tareas principales mencionó la planificación, la logística, la gestión de compras, la programación de la producción y la coordinación entre distintos departamentos que suelen tener objetivos contrapuestos. 'El valor del ingeniero industrial está en armonizar intereses y lograr el mejor nivel de servicio posible', comentó.

Uno de los ejes más destacados de la entrevista fue la relación entre la industria y la tecnología. Silva describió cómo la innovación avanza a un ritmo mucho más veloz que otros sectores, como el derecho o la justicia. Ejemplificó con la digitalización de trámites y con la introducción de maquinaria automatizada, como los paletizadores en plantas de molienda, que cambiaron por completo los métodos tradicionales de trabajo. Sin embargo, también advirtió que existe una brecha entre los avances disponibles y las prácticas habituales en Argentina, donde todavía se mantienen rutinas que podrían modernizarse.

En ese contexto, la inteligencia artificial ocupa un lugar central. Para Silva, la IA no es una solución mágica, sino 'un catalizador de ideas'. La comparó con lo que representó Excel en su momento: una herramienta que transformó la manera de trabajar. 'La IA va a ser igual: quien la aprenda a usar tendrá una ventaja en el mercado laboral futuro', afirmó. Aun así, destacó que muchas personas fracasan en sus primeros intentos; algunos estudios señalan que cerca del 90% de los usuarios experimentan fallas iniciales. Por eso insiste en la necesidad de la resiliencia tecnológica.

A nivel personal, contó cómo utiliza la IA no solo en el trabajo, sino también en la vida cotidiana: desde recomendaciones de recetas hasta seguimiento de hábitos saludables. Resaltó que, si bien la IA no puede reemplazar decisiones médicas ni el criterio profesional, sí puede agilizar tareas mundanas y liberar tiempo valioso.

En el plano laboral, relató cómo la IA le permite redactar correos y documentos más claros, organizar información, generar indicadores internos y hasta acelerar el proceso de corrección de trabajos en su rol como docente. Esto último —dijo— le permitió reducir drásticamente los tiempos de devolución a los estudiantes. También mencionó que, en su empresa, están probando cámaras con IA para medir la eficiencia operativa, no con fines punitivos, sino para detectar problemas y mejorar las condiciones de trabajo.

Pero Silva fue claro en que la tecnología no reemplaza la sensibilidad humana. La IA puede procesar datos, pero no leer relaciones sociales ni comprender el contexto profundo de una interacción laboral. Por eso, defendió un enfoque híbrido: aprovechar la eficiencia de la tecnología sin abandonar el criterio humano.

Hacia el final, habló sobre la resistencia cultural que todavía existe en torno a la IA. Comparó esta etapa con los primeros años de Excel, cuando muchos desconfiaban de su utilidad. Hoy, dijo, aprender a utilizar IA será tan esencial como dominar esa herramienta que revolucionó las oficinas hace décadas. 'La clave es adoptarla de a poco, sin miedo, entendiendo que es un complemento para pensar mejor, no un reemplazo del pensamiento crítico', concluyó.